lunes, 6 de abril de 2009

Debutando en casa

Creo que no hay nada mejor que debutar en casa.

El pasado sábado debí haber participado en mi primer duatlón, en Peñafiel. Pero por causa de los permisos de tráfico y esas cosas la organización se vio obligada a suspenderlo la misma semana. Por suerte el domingo se iba a celebrar un duatlón cross en Villaquilambre, un pueblo pegado a León, y no podía desaprovechar la oportunidad de debutar en estos menesteres, y además, en casa.

La mañana era perfecta, ni frío ni calor, un sol agradable, acompañado y animado por los míos, que se acercaron a verme. Incluso el encargado de amenizar la mañana a los asistentes a la prueba por megafonía era conocido, con lo que creo que fui uno de los participantes más jaleado.

Allí estábamos seis componentes del C.D. Triatlón La Olma. Tras la foto de rigor, abren los “boxes” para dejar la bici preparada. Allí los primeros consejos, que si deja el casco así, las zapatillas en este lado, la bicicleta colgada de esta manera, entra siempre por tu pasillo, no pases por debajo de la barra… normas indispensables para que todo salga bien. Y luego a calentar un poco, trotando por la zona de salida.

La salida fue tranquila, pues rondábamos los 100 participantes y no había agobios. Yo estaba más preocupado por saber cómo respondía mi pierna que de colocarme bien (cosa que nunca he sabido bien), así que desde la cola del grupo comencé a adelantar gente, cogiendo grupos para ir rompiéndolos poco a poco hasta alcanzar al siguiente. Es de las tácticas que más me gustan, sobre todo cuando no sé cómo voy a responder. Así se pasaron las primeras dos vueltas de carrera a pie, para completar los cinco kilómetros, y empezar a adentrarme en un nuevo mundo para mí.

Llegué a la primera transición. Me agaché, me puse el casco que ya había dejado preparado en el suelo, me quité las zapatillas de correr y me puse las de la bicicleta de montaña. Por momentos me daba la risa, allí, en mallas, agachado, atándome los cordones de mis zapas con doble lazada, mientras por el rabillo del ojo veía pasar gente… qué demonios, seguridad ante todo. Esas son las zapatillas que uso en la bici de montaña, y si no las ato con doble nudo se me pueden enganchar, y no es plan. Me daba lo mismo tardar un minuto más que un minuto menos.

Pero al fin, bien atado y pertrechado, agarré mi bici y salí de la zona de transición, dispuesto a dar tres vueltas al circuito de bicicleta. Me encantó, pues había de todo un poco, subidas por camino ancho, algunos tramos más duros, tramos llanos de pedaleo, bajadas, pasos de arroyos. Tengo costumbre de andar en bici, sobre todo de montaña, pero lo que más raro se me hacía era lo de ir todo el rato a tope. Sé que puedo subir rápido, trazar rápido, bajar rápido, pero lo de estar durante 20 kilómetros dándole a los pedales sin descanso se me hizo duro, y de vez en cuando me distraía con algún salto o intentando ver el paisaje, lo que fuera con tal de relajarme, que desde la segunda vuelta, a cada cambio de ritmo, los gemelos amagaban con calambres. Así y todo conseguí adelantar a unas cuatro personas, algunos menos de los que me adelantaron a mí. Y lo que más me sorprendió de todo fue que de los retirados en este tramo de ciclismo fueran en su mayor parte por haber roto la cadena. Se ve que la gente aprieta con ganas.

Llegué de nuevo a la zona de transición, me bajé de la bici en la línea verde que me indicó la jueza, que aprovechó para felicitarme por ser el participante que menos se había manchado de barro y me dirigí a colgar la bici, dejar el casco y volverme a calzar las zapatillas para correr los 2,5 km que faltaban. Esta transición fue mucho más rápida. Claro, también era más sencilla.

Y aquí es donde empezó lo más divertido de la carrera. Estábamos todos rodando el anuncio de las muñecas de famosa para las próximas navidades. No se me dio tan mal como pensaba, e incluso adelanté a dos corredores que me precedían. Los cuádriceps y los gemelos iban por su lado, mientras que mis brazos intentaban tirar del cuerpo para avanzar algo más deprisa. Y la estampa, cuando menos, tenía que ser cómica. Nada tenía que ver la manera de correr en el primer tramo con la que ahora llevábamos. Lo noté en los que adelanté. Su cuerpo quería ir hacia delante, pero sus piernas hacían gestos extraños. Lástima de espejo en el que haberme mirado, para comprobar que mi estampa era parecida.

Y de la pierna casi ni me acordé, por suerte. Al día siguiente apenas tenía agujetas ni dolores, así que para ser mi primera competición desde hace más de un año, me ha sentado a las mil maravillas.

Ahora habrá que esperar a la siguiente.

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