jueves, 8 de noviembre de 2007

Treinta

Estaba viendo la fecha de mi primera huella en el blog, y me he dado cuenta del día que era ayer.
Dos años y medio antes me dieron un beso. Y desde ese beso todos los demás días ha habido una brisa que me acompaña continuamente. A veces es una brisa suave, otras un pequeño vendaval, pero siempre va acompañado de un dulce aroma.
Esa brisa hace que me duerma todas la noches suavemente. Ese vendaval hace que desde entonces me levante de la cama despeinado, e intente seguir su rastro, como loco, por donde quiera que vaya. Ese aroma me acompaña todos los días, aunque esté lejos.

1 comentario:

A. Escalada dijo...

¡Qué sorpresa! ¡Me gusta!
Te voy a dedicar un poema que escribí hace algún tiempo:

EL BESO

Un beso
de la madre
al bebé recién nacido
roza el amor infinito.
Una caricia,
mil contactos seguidos,
besucan el amor
al hijo recrecido.
Un arrumaco,
mil ósculos sonoros
y sentidos
de la abuela,
mezclan los distantes años,
- cargados y ténues -,
de la vieja y el niño.
Un abrazo
del amigo,
un apretón de manos,
- y si es una amiga, un pico -,
tocan y achuchan
al amor diminutivo.
Pero el beso,
- EL BESO, digo -
es transitivo.
Si te lo dan lo das.
¡Y al revés!
EL BESO, con mayúsculas,
es amor de madre,
caricia, arrumaco, abrazo... y pico.
EL BESO es,
además,
un remolino:
viento huracanado,
menguante vendaval,
y suave brisa.
...