lunes, 3 de diciembre de 2007

Micología

Por lo que parece las setas tampoco se libran del peligro de extinción, como he leído en este artículo. Ni las setas ni las alternativas de ocio, que también se extinguen.
Pero bueno, a lo que iba. A las setas, y al artículo. Me lo he encontrado de casualidad en el rato ese de después de la comida, en el que me pongo a trastear un rato con el ordenador antes de comenzar de nuevo la labor. Y me he acordado de mi cesta, de mi navaja y de mis botas.
No es que sea yo un experto micólogo, ni experto ni micólogo, pero me acuerdo de aquel año en el que intenté aprender un poco de setas. Ni las comía, pero me gustaba el pasear un poco por el campo, agacharme a verlas, recoger alguna, llevarlas a casa e identificarlas con la guía. Y también me gustaba el holor de la tierra y la humedad del ambiente bajo los pinos o las encinas. Lástima que aquel otoño se puso a helar muy pronto y desaparecieron todas.
Lo que no me acordaba es que fuese tan difícil encontrarlas, pues cuando de pequeño, alguna vez, me llevaron a coger setas gente que sí entendía, me parecía que salían por todas partes, y no era nada difícil llenar el cesto.
Así que aquel otoño pensé que sería mi torpeza la que me impedía encontrar las setas tan fácil como de pequeño. O quizás fuese que los recuerdos de la infancia se tienden a guardar en un lugar de la memoria en el que todo es más grande y bonito.
Pues al final, por lo que parece, aquél otoño no era sólo culpa mía el que me costase tanto el encontrarlas.

1 comentario:

A. Escalada dijo...

Cuando "uno es un mico" las cosas se ven de otra manera. Tienes razón. Luego descubres que en muchas cosas eres "el último mico", porque la insignificancia se acentúa al ir sabiendo, o al ir descubriendo la ignoracia propia...
No le des más vueltas, que te vas "a volver mico"... Y tú no eres un mico (de feo), ni un mico de larga cola...
Jajaja