domingo, 6 de junio de 2010

Trece meses

Treces meses (algún día menos) han tenido que pasar para que pudiera finalizar mi primer triatlón. Todo desde aquel día de mayo en el que mi cuerpo decidió estamparse contra el asfalto de Talavera de la Reina, a orillas del Tajo.

Madrid, Casa de Campo, primera hora de la mañana, el lago. Hay montado un tinglado increíble, de auténticos profesionales, de copa del mundo. Pero a mí sólo me interesan otras cosas que siempre están ahí. El lago, que nunca he probado, con su agua de color verde. El asfalto, bacheado, añejo, lleno de grietas, antes pasto de los coches y ahora reducto para las bicicletas en la ciudad menos amable para ellas que conozco. Y la sombra de los plátanos, muchos de ellos seguro que centenarios, que jalonan los laterales de la carretera, y que ofrecen un cobijo frente al sol abrasante del infierno que es el verano en estos lares.

Una vez todo organizado, la bici y el resto de aparejos en su sitio, me preparo para lo que vendrá primero, el agua. Mono del equipo, gorro y gafas, no hace falta nada más. El agua está caliente dicen, 25 grados. Varios más que la temperatura exterior. De hecho yo tengo frío, hasta tirito, pero creo que en gran parte son los nervios. Hasta que me junto con un compañero del club y movemos un poco las articulaciones no entro en calor. Luego cámara de llamadas, 8:30 y primera salida, dos minutos más y me toca, nos acercamos al pantalán de salida, toco el agua, miro la primera boya… suena la bocina. Espero un segundo y al agua.

Algo más de media hora intentando dejar la mente en blanco, pero sólo consigo que se quede en verde, el mismo color de todo lo que me rodea. Son dos vueltas, y me encuentro cómodo, a gusto. No me agobio en ningún momento, no trago agua, no recibo golpes, tomo las curvas abiertas para evitarlo. Es cierto que a veces huele mal, que no se ve apenas y que me va pasando gente por todos los lados… pero nunca imaginé que me prestase tanto esto de nadar. Un brazo, otro. Un metro, otro más, así hasta 1500.

Salgo del agua y como un pato me dirijo hacia la bici. Bueno, nos dirigimos dos, mi clavícula y yo. Esto es una cosa entre ella, la bici y yo. Me quito el gorro y las gafas, me pongo el casco, calcetines (no sé pedalear ni correr sin ellos. No queda muy de ‘copa del mundo’ pero son mis pies), zapatillas… agarro la bici, y a pedalear. Esto va a ser largo, 40 kilómetros, cuatro vueltas con sus correspondientes subidas al cerro de Garabitas. Me van pasando grupos, intento coger rueda, pero una vez más no puedo, no sé, no me sale. Sé que soy mejor en bici que alguna gente de la que va en esos grupos, pero no soy capaz de seguir su ritmo. Tampoco me importa, al fin y al cabo esto es un asunto entre la bici, mi clavícula y yo. No me hace falta nadie más. Me acuerdo de un cartelito que me regaló mi madre de pequeño, ‘Lento, pero seguro’. Posiblemente es una frase que me define muy bien, así que decido aplicarme el cuento.

Últimos metros en bicicleta. Al fondo una mujer con una bandera azul grita ‘¡Hay que bajarse de la bici aquí!’. Lo sé, descuida. Y esta vez lo haré bien. Mira. Suelto un pie de la cala. Freno. Me paro. Pongo el pie en el suelo. Luego el otro. Una vez con ambos pies en el suelo, descabalgo de la bici. Una vez más no son unos gestos muy ‘copa del mundo’, pero es seguro, clásico, eficaz y nada lesivo. Hemos llegado sanos y salvos mi joven clavícula y yo. Dejo la bici y el casco, me descalzo y me vuelvo a calzar, esta vez las zapatillas para correr.

Correr, a cualquier cosa llamo correr. Eso no es correr. Eso es un quiero y no puedo. Tiro de brazos, intento levantar los pies del suelo, pero éstos se empeñan en avanzar a escasos milímetros del suelo. Me veo ridículo, y me parto de risa. Pasan los kilómetros, me voy soltando y corriendo más cómodo, ahora sí, como me gusta, con sensación de avanzar. Adelanto a gente en la última vuelta, quedan unos metros y adelanto a otro triatleta más. Éste se resiste, acelera. Así que acelero yo también, hago un ‘sprint’ en toda regla, con ganas, me lo merezco.

Ahora a descansar. No sé cuál será el siguiente, ni tampoco cuándo (mentira, algo tengo en mente, aunque todavía no me he decidido). Pero sé que habrá más triatlones, seguro. Me ha gustado. Así si que repito.

5 comentarios:

A dijo...

Me alegro de que completases tu primer triatlón, sin incidentes. :)
Oye, asco de agua verdeeee :P

A. Escalada dijo...

¿Y el trofeo?
Toma el mio (el nuestro): ¡¡¡¡un abrazo!!!!

Mildolores dijo...

¡¡Por fin!!
¡Lo que ha costado parirlo!

Me alegro mucho por tu primer exito. Y efectivamente mejor así: Lento, pero seguro.

Enhorabuena.

Igor dijo...

A los leoneses, muchas gracias por la felicitación, y por el trofeo, claro.

A, ¿el día 4 de julio aún sigues por aquí o ya te has ido?

Mildo, sí que ha costado el parto, sí. jejeje. Era una cuenta que tenía pendiente. Ahora a repetir. ¿Tu tobillo qué tal va?

Valerio dijo...

Te ha quedado muy profesional la crónica, sí señor. Yo tb me acordé de tu clavícula allá lejooooos! TQ