Sirva esta entrada como resumen de mis andanzas las últimas nueve semanas, como cajón desastre, lluvia de ideas o punto (espero) de inflexión y de partida.
Nueve semanas en las que he podido sacar una media de casi 2 k de natación, algo más de 77 k en bici (incluye ir al trabajo en ella) y unos 20 k de carrera en cada una. Unas veces más y otras menos. Pero buscando una continuidad, que era el objetivo.
No han habido cambios de ritmo, ni series ni grandes tiradas. Sólo natación, bicicleta y carrera a lo que pidiera el cuerpo o la situación. Disfrutando de la compañía unas veces, y de la soledad otras.
Soledad como la que encontré el pasado domingo en un pueblo de Soria, Somaén. En concreto camino de Avenales, pueblo abandonado a unos 4 kilómetros. Para llegar a él había que ascender por un sendero entre un río y unas paredes de caliza de color anaranjado. Y dejarse llevar por el silencio, mayor cuanto más cerca de Avenales, ya donde el valle se abría para dejar ver las pocas casas y la iglesia ruinosa. Sin aceras, sin carretera de acceso ni tendido eléctrico. Casi sin calles, escondidas por la maleza. Sólo silencio, roto por el ruido de un tren lejano.
Un punto final perfecto para estas nueve semanas. Un sendero, unas zapatillas, el silencio y una imagen imborrable en mi retina.